martes, 12 de junio de 2012

¡POR FIN UN LIBRO INTERACTIVO!


¡POR FIN UN LIBRO INTERACTIVO!




¿Se había imaginado alguna vez leer un libro donde usted, con su propia experiencia personal, pudiese colaborar en su culminación? Pues bien, ¡ya llegó, ya está al alcance de sus manos! Este libro está inconcluso, y será usted quien terminará de escribirlo con el autor. Su opinión fluirá de forma espontánea porque todos tenemos algo que decir al respecto, ¡ya lo verá!

La relación más complicada entre los seres humanos es la sexual, por eso el tema de la sexualidad es inagotable. En este libro usted descubrirá que todos los seres humanos tenemos pene; y no solo eso, sino que el de ellas es superior al de ellos; además, encontrará, entre otras cosas, que el pecado original fue de carácter sexual, que todo hombre lleva una mujer por dentro ―que siempre está a punto de salir a flote―, que el clítoris es un órgano cuya exclusiva función es la de producir placer, y que el sexo fuerte es asunto de hembras.

El lenguaje de Monólogos del Pene es sencillo, directo y con un trasfondo poético, en verdad muy poético. Por lo que espero que encuentre su lectura no solo amena, sino verdaderamente entretenida e instructiva. Y no lo olvide, deje que aflore la vena de escritor que lleva por dentro. Escriba, ¡por favor!


domingo, 6 de mayo de 2012

MONÓLOGO DEL PENE


MONÓLOGO DEL PENE






                    
El pene es un hasta donde hondean
unos labios en un éxtasis de felicidad.







MONÓLOGO DEL PENE

ENSAYO POÉTICO-ERÓTICO

ADIEL CAÑIZARES




PRESENTACIÓN

“El placer sexual es el más fuerte de los placeres. Por eso está en condiciones de crear las ligazones más fuertes. Si alguien nos da un gran placer erótico, trataremos de encontrarlo de nuevo, una y otra vez” Sigmund Freud.

                 EL PRIMER LIBRO QUE SE ESCRIBE A SIN FIN MANOS

Este libro no se terminará de escribir sin su participación, por eso necesita de su invaluable colaboración para crecer y crecer hasta convertirse en una gran perfoliata; en tal sentido, es de vital importancia para su culminación que cada lector dé su sincera opinión. Igualmente, quiero dejar bien claro que las opiniones contenidas en cada tema no son infalibles ni inmutables, en consecuencia, amigos lectores, mis opiniones virarán de sentido cuando su acertada opinión así lo aconseje; o en todo caso, su divergente opinión será presentada a todos los lectores para que la analicen y lleguen a sus conclusiones personales. Es tan cierto esto que, con el tiempo y su intervención, espero que este libro también cambie su título de Monólogos del Pene, por: Millones de Monólogos del Pene.
Ahora bien, como en toda propuesta sometida a la consideración de terceros, es seguro que se levantarán voces de justificados desacuerdos; aunque sé que también se oirán voces de singular empatía, y todos serán tomados en cuenta. Sin embargo, lo más importante es que logre motivarle a expresarse; le garantizó que una vez que haya leído cada apartado de este libro tendrá algo que decir. El tema, como se verá en su desarrollo, nos incumbe a todos, por tal razón, su participación fluirá de la manera más espontánea.
Para estar seguro de su participación, la publicación se hará en internet; es decir, por medio de un blog publicado en la web y en páginas electrónicas de ebooks; y así todos tendremos la oportunidad de expresar todo lo que sabemos sobre un órgano fundamental de nuestro cuerpo, y no es nada más eso, sino qué opinamos sobre el pene y qué placer sabemos obtener de él.
Sé que puede parecer chocante la afirmación de que “todos los seres humanos tenemos pene”; no obstante, es lo tajante de esa propuesta la que me garantizará su opinión personal.
De otro lado, también tengo que advertir al lector que este libro no es una disertación científica sobre el tema; pero tampoco cae en la obscenidad ni en la pornografía. De igual modo, su contenido no pretende ser en un sentido literal: erótico, sexual ni sensual; sino, más bien, es un guiño poético, un santo y seña, una picaresca dedicatoria al pene. Así que relájese, lea con inquisitiva atención, y opine. ¡Ah fabulosa oportunidad! ¿No cree? Su edad o sexo es lo de menos, así que no se asuste, pues, a pesar de que existe un arraigado tabú sobre el particular, le garantizo que será como hablar de lo mucho que sabe sobre sus manos, pies, cara, pelo…; o en el mejor de los casos, aproveche la oportunidad para saber qué opinan otros sobre el pene. No obstante lo antes dicho, debo decir que este libro (Monólogos del Pene) está referido, concretamente, al pene masculino.
Quizás lo más sensato era que se hubiese hecho una encuesta antes de presentar cualquier opinión sobre el pene; sin embargo, es muy engorroso, embarazoso, difícil, comprometido, espinoso afrontar a un hombre para preguntarle sobre su falo —sobre todo si se trata de un desconocido—, esto a pesar de que los hombres siempre hablamos abiertamente sobre la sexualidad; pero cosa distinta es abordar a alguien para que hable de su pene y de sus experiencias; ya que es casi seguro de que lo primero que va a pensar es que está frente a un pervertido o un invertido. Y ni se diga de pedirles la opinión a las mujeres, que por lo general siempre se escudan en su recato para no hablar sobre cualquier tema sexual. No obstante, muchas de las opiniones están amparadas en las conversaciones sostenidas en reuniones de hombres, donde se habla sin mucho tapujo sobre relaciones sexuales; pero que, por lo general, están más referidas a la fanfarronería masculina sobre potencia viril y la exageración del tamaño del miembro. Sin embargo, el gran sondeo se hará con su participación por medio de la web. Como lo comprobará, la totalidad de los temas planteados están diseñados para que usted, amigo lector, opine. ¿Dónde? Aquí en este enlace: http://www.literaturadigital.blogspot.com Blogger: adiel cañizares.blog.com
He de dejar muy en claro que este libro no pretende competir o disentir con el excelente libro “Los Monólogos de la Vagina”, de la estupenda escritora Eve Ensler. Su tema resultó ser fascinante porque les permitió a muchas mujeres redescubrir sus vaginas. Por el mismo camino espero que redescubran sus fhallus (pene-clítoris).
Por último, desde el punto de vista masculino, género al que pertenezco, es bastante lo que sé sobre mi pene; en tal sentido, aquí les dejo mi opinión.
Advertencia final: El sexo es un tema inagotable, y las experiencias son tan personalísimas que nadie más que uno mismo está en capacidad de evaluarlas; es como el cuento de nunca acabar, pero donde todos tenemos la última palabra.



PRÓLOGO


En cuanto a sensaciones y placeres sexuales,
aún queda mucho por decir.

Esta página estará en blanco por ahora, pues ha de ser escrita por usted. Es la primera oportunidad que tendrá de participar en la realización de este libro. Muy pronto habrá un prólogo ―o varios― en esta página, y llevará su nombre. Una vez que lea el libro, escríbalo, ¡por favor!
Tu sitio de participación. Blogger: adiel cañizares.blog.com



INTRODUCCIÓN


“La belleza es la carnada con que el deleite seduce al hombre para aumentar la especie” Edmund Spencer.

Todos los seres humanos tenemos pene; y más o menos el cincuenta por ciento tiene vagina. Y esto no es ninguna afirmación fútil; pero para entender mejor esta afirmación tan rotunda tenemos que describir la anotomía de los pene.
Así tenemos que: “El pene masculino es un tubo cerrado, formado por tres haces de tejido vascular unidos por tejido conjuntivo y cubiertos por piel laxa. Dos haces grandes de tejido, los cuerpos cavernosos, forman la parte superior del pene y contienen numerosos compartimientos que se llenan de sangre durante la excitación sexual, lo que provoca la erección y rigidez del pene y que permite su introducción en la vagina para la eyaculación de la esperma. Los nervios sacros controlan el flujo de sangre hacia el interior de los cuerpos cavernosos, debajo de éstos se encuentra el tercer haz de tejido: el cuerpo esponjoso. Este haz está perforado por la uretra por donde circulan el semen y la orina. El extremo del pene ostenta un ensanchamiento en forma de bellota, muy rico en terminaciones nerviosas sensitivas que recibe el nombre de glande, el cual está cubierto por una capa cutánea retráctil llamada prepucio. El pene cuelga libre cuando no está erecto”.
Pues bien, ahora descubramos el pene femenino, veamos qué es el clítoris: “Pequeño órgano erógeno y eréctil, muy vascularizado e inervado, equivalente femenino del pene, aunque mucho más pequeño; se localiza debajo de los labios menores, su glande es de 3 a 5mm, está cubierto por una caperuza similar al prepucio, y es anterior al orificio vaginal, pero independiente de la uretra. Al igual que el pene, cuando se estimula sexualmente experimenta erección, y es una de las zonas más importantes de excitación y placer sexual en la mujer”.
Según el diccionario, phallus se deriva del latín, y era aplicado antiguamente para identificar indistintamente tanto al pene como al clítoris.
La similitud entre el pene y el clítoris es consecuencia de su origen en la determinación de la formación sexual en el útero; esto es, que surgen del mismo órgano cuando se determina la sexualidad.
Con lo anteriormente expuesto creo que no hay lugar a dudas sobre la realidad de que todos los seres humanos tenemos pene, salvando, no obstante, algunas pequeñas diferencias anatómicas y de funcionalidad. En tal sentido, convengo con los antiguos, quienes se percataron y definieron indistintamente al phallus como un mismo órgano (pene/clítoris).
Pues bien, si nos avenimos con esta afirmación, todos tenemos algo que decir sobre el pene, ya que todos lo conocemos desde siempre, todos nacimos con uno; por consiguiente, siempre ha estado ahí al alcance de nuestras manos, y bien o mal, siempre nos hemos servido de él.
Aunque, como se dijo anteriormente, aquí el que va a hablar es el pene masculino; pero como son ellas quienes se sirven de dicho pene, en consecuencia, no puede haber mejor perito para dejarnos saber sobre sus experiencias: buenas o malas. Veamos, entonces, qué opinan ellas sobre el falo masculino. No obstante, retornando a la afirmación inicial de la introducción, donde se afirma que “todos los seres humanos tenemos pene”, las reto a que redescubran ese órgano echado al olvido; está ahí al alcance de la mano. Así que si no queréis hablar sobre el pene de él, de seguro que algo tendréis que decir sobre vuestro phallus; que dicho sea de paso, es muy poco lo que se escribe, y ni se diga habla, sobre el clítoris. Motivo por el cual, el último apartado de este libro estará dedicado especialmente al clítoris/pene. Tu sitio de participación: Blogger: adiel cañizares.blog.com



EL PECADO ORIGINAL: LUZBEL, EVA Y ADÁN


UNO


“El deseo sexual es el alfa y omega de todos los deseos”.

EL PECADO ORIGINAL

El principal motor que mueve las acciones del hombre está referido a la sexualidad. El sexo marca y determina todo nuestro comportamiento emocional y psicológico desde mucho antes de nacer. En consecuencia, el anormal desarrollo de algunos patrones sexuales influye y determina el comportamiento emocional o psicológico de los individuos, siendo la causa de muchas de las desviaciones, fobias o traumas que subyugan a los adultos. Al respecto, Sigmund Freud, afirma: «Lo más alto y lo más bajo se hallan más íntima y enérgicamente reunidos que en ningún otro lado como en la sexualidad».
Ahora bien, la historia de la aparición de la vida es tratada desde el punto de vista religioso y científico con distintos enfoques, por lo que tenemos dos teorías: Creacionista y Evolucionista. La teoría evolucionista no será tema a tratar aquí. La teoría creacionista, contenida en el Génesis, nos habla de la creación de Adán y Eva por Dios, y es de la unión de este primer hombre y esta primera mujer de donde desciende toda la raza humana.
Una de las cosas que más llama la atención es lo relativo al llamado pecado original; es decir, la forma como Eva es engañada y luego induce a Adán a cometer el mismo acto pecaminoso ―con lo que se trata de justificar, consecuencialmente, la desaparición del Jardín del Edén (Paraíso), la pérdida de la gracia de Dios, el surgimiento de una humanidad inmoral y su merecido castigo; así como la conversión de la tierra en el mundo hostil, y a la vez hermoso, que conocemos―; sin embargo, no es claro el Génesis sobre las razones que motivaron al demonio-serpiente a inducir a la hembra humana a comerse la susodicha manzana. ¿Qué había en esa inofensiva y suculenta fruta? ¿Por qué una manzana? Además, ¿por qué se comprometió la serpiente en tan infernal embrollo? Y, por último, ¿por qué Dios dejó al alcance de la mano de los humanos tamaña tentación? Dígame eso: “El árbol de la ciencia del bien y del mal”.
Sin ánimo de parodiar el Génesis, me atrevo a disentir del medio utilizado por el Señor de las tinieblas para hacer caer a los humanos en pecado, así como de los motivos. En consecuencia, aquí el motivo es la venganza; y el medio utilizado, el sexo. Esta propuesta no resuelve ninguna de las interrogantes sobre la conducta sexual humana, es solo una inquietud personal salvada por la magia de la imaginación. Nada en serio. Pero no deje de prestarle atención a esta propuesta de creación apócrifa y profana, tal vez convenga conmigo en que hay algo que los sabios teólogos no han querido revelarnos. ¿Será que son conniventes los científicos en ello?
Es probable que esté pensando que este libro se inicia con un tema que no tiene nada que ver  con la propuesta inicial sugerida en el título ni con su presentación o introducción; sin embargo, como el propósito del libro es plantearle algunas propuestas que lo muevan a participar en la realización del mismo, además de las interrogantes ya planteadas; dígame, entonces, si está de acuerdo en que cambiemos la fruta del árbol de la ciencia del bien y del mal, por la fruta de Eva, que sabe bien y no es nada mal, ¡claro!, una vez que haya leído el tema que sigue.
Anoche tampoco fue mi noche. ¡Qué largas son las noches del insomnio!, ¿verdad? Larga noche, noche larga. Noche de vueltas y vueltas y más vueltas en el lecho. La cama amanece hecho un nido, las almohadas retorcidas y las ojeras renegridas. En los brazos mortificantes del insomnio uno se devana los sesos entretejiendo toda clase de pensamientos absurdos e inútiles, incluso el absurdo de cerrar los ojos y contar ovejas; hace y deshace miles de ideas, mientras tanto, se revuelca en la cama sin cesar. Añora una lágrima de sueño, aunque sea un sueño ligero. Si al día siguiente se tiene que trabajar, se cae en desesperación y se repite una y mil veces: «¡Tengo que dormir, tengo que dormir, tengo que…!».
Anoche, después de recorrer sin cesar la geografía de mi lecho, de haber ido innecesariamente al baño muchas veces, de haber revisado sin ningún objetivo el refrigerador otras tantas; por fin, al último grito de la aurora, cuando los gallos ya estaban desgañitados de tanto gritarle al viento, unos hilos dorados entretejieron mis ojos cuando el mazo del ogro insomne dejó de golpearme, me dormí; pero entonces raudo me arrullé en los brazos de la inconsciencia onírica. Soñé. Soñé que soñaba el primer sueño del hombre. Era Adán que soñaba. Dios soñaba para Adán, y él soñaba para mí. Algún día quizás alguien diga que fue una revelación; otro, una herejía. Yo sólo soñé. Mi sueño me reveló la génesis de todas las cosas, concretamente, los primeros y únicos días de la existencia del Paraíso. Ahora les cuento sobre un Génesis apócrifo, pero lo soñé así, o al menos, así es como lo recuerdo.


LUZBEL, EVA Y ADÁN

“Desde el cielo, a través del mundo, hasta el infierno” Goethe-Fausto.

Al inicio del tiempo: Era el Paraíso una versión terrenal del cielo, un remanso de paz y gloria donde reinaba la armonía y abundancia de toda la creación. Este mundo había sido creado tan recientemente por Dios que aún reinaba en el ambiente el divino aroma de su gloria; todo carecía de nombre, en consecuencia, la principal ocupación de Adán era descubrir y ponerle nombre a todo lo que estaba al alcance de cualesquiera de sus sentidos, y también poblar el mundo con su descendencia.
Tampoco existía la experiencia de ninguna clase de sentimientos humanos: ni bueno ni malos. Como todo estaba al alcance de la mano, Adán y Eva no tenían que hacer el más mínimo esfuerzo por conseguir nada. El mundo era en aquel entonces redondo como una naranja, y Pangea era una franja única de tierra firme que se extendía alrededor del Ecuador, y era plana como la palma de la mano.
Pero una vez que Dios hubo terminado su creación y heredada la tierra paradisíaca a Adán y Eva; después de su partida ocurrió un hecho extraordinario que nos ha dado este singular mundo que hoy disfrutamos y sufrimos. Como consecuencia de ese hecho, Dios enfureció y convirtió este planeta en un mundo convulsivo y feroz, ahora dividido en enormes franjas de tierra separadas por insalvables mares y océanos; con un elevadísimo y helado Everest, incandescentes volcanes, eternos casquetes polares, un ardiente Sahara y la cima que besa el cielo del Kilamanjaro. Ahora que, en cuanto al cuento de la serpiente del paraíso que engañó a Eva con la prohibida manzana, no es cierto que Dios haya cometido el descuido de dejar al alcance de la mano de la ignorante Eva y el idiota de Adán, el árbol de la ciencia del bien y del mal; si no que, es otro el cuento.
Lo que en realidad ocurrió fue que para aquel entonces el diablo ya andaba suelto; sí, como lo oyen, para el momento en que Dios tomó la decisión de crear la vida en este nuevo mundo y seres a su imagen y semejanza ya se había producido un cisma en el cielo; por tanto, Dios andaba de malas con su lugarteniente, su comandante en jefe, su ángel principal y seguro heredero al trono, quien fue y será el tenor de los siglos su archienemigo, nada menos que Luzbel; y que eternamente ha de ser conocido por estos confines universales como el Rey de las tinieblas, Lucifer, Satanás, Mandinga…; el único con la fuerza suficiente como para echarle a perder a Dios su obra de creación más cara, porque después Dios tuvo que sacrificar a su único hijo (es decir, Él mismo) para enmendar el mal.
La verdad es que no somos una obra planificada por Dios, sino una consecuencia fortuita; ya que Él, en su estado de desilusión y desengaño porque se había producido esa gran rebelión en su reino ―el Cielo―, la cual tuvo que sofocar en la expulsión de los revoltosos y el retiro de su gracia, se había dado a la tarea de recorrer sus dominios universales (algo así como el patio de su casa; pero que nosotros vemos como un infinito Universo); entonces fue así como, andando por ahí, de pronto se encontró con un ínfimo e insignificante sistema planetario con bolitas materiales como esta que llamamos tierra y su pequeña lamparilla luminosa llamada estrella (Sol); y fue su voluntad la de crear la vida; ¡claro!, previa creación de las condiciones indispensables para la vida como agua, oxígeno y muchas más. Decidiéndose luego a crear a una criatura a su propia imagen y semejanza, y otras de orden menor. ¡Enhorabuena, somos como Dios! Bien, fue así de esa manera como vinimos a parar a este planeta azul.
Pues bien, conocido nuestro origen y las circunstancias que lo motivaron, ahora vayamos al Paraíso. Tenemos a un macho y a una hembra a su lado, recibida ésta como obsequio; digo, como compañera. (Las mujeres se enfurecerían hasta con Dios si se llegase a revelar que fueron dadas como regalo al hombre para que gozara y no se sintiera solito). La divina Eva, que no tenía nada que hacer para sí ni para Adán, y que para aquel entonces ya estaba en pleno disfrute y goce del Paraíso, parecía estar un tanto fastidiada, aburrida; pues, no había otras mujeres para chismear ni de quienes sentir celos o envidia, tampoco tenía nada que ambicionar: era dueña absoluta del mundo donde vivía.
Eva siente que es patética su vida, ¡qué Paraíso tan aburrido! Realmente no entiende la apatía de Adán, quien la ignora casi todo el tiempo; esto es, que el muy tonto parece no percatarse de que ella es hermosa y que anda como Dios la echó al mundo ―ni siquiera se había inventado el traje de hoja de Eva―. Pero Eva ignoraba que Dios no iba a dejar cabos sueltos; razón por la cual, una vez hecha (no creada) ella de la costilla del hombre, procedió a implantarle su ciclo menstrual para que se iniciara su proceso ovular; y después de haberles dado la orden inapelable de poblar el mundo con su descendencia, Dios le dijo a Adán que debía esperar hasta que su compañera menstruara, y que un olor muy especial le iba a indicar cuando podía realizar la cópula; entre tanto, debía dar gracias a Dios, su Creador, y darle nombre a todo ser vivo y a cada cosa material o inmaterial que se le presentara ante sus sentidos o la imaginación.
Y realizado esto; es decir, terminada su obra creadora (durante los seis días más el descanso), Dios cogió todos sus cachivaches, montó en su nave y se fue a echarle un vistazo al Cielo, el cual había dejado solo durante los siete días que estuvo haciendo la vida en este mundo, y los muchos otros días que estuvo haciendo lo mismo en otros mundos y dándose una paseadita por su enorme universo; pero que en tiempo de omnipresencia divina es ya, ahora, al instante.
Pero como reza el dicho: “Que nunca falta el diablo a misa”; Dios que coge vuelo hacia el cielo, y el angelito Luzbel que llega. Vino, en realidad, sólo a echar un vistazo para ver qué era lo nuevo que había creado su antiguo jefe por estos rincones del universo. En medida de tiempo luciferino eso fue al instante, así: ¡zas! Pero en tiempo terrenal ya habían transcurrido varias fases lunares, y esto para Eva era más que suficiente para aburrirse de tanta vida inactiva, tanta pasividad; sobre todo, nada de aquello…
Corría el día treinta y tres después de la creación, hacía ya varios días que a Eva se la había quitado la regla. Ella estaba plácidamente recostada sobre un lecho de hojas que Adán le había construido bajo la fresca de un frondoso panjí que estaba a orillas de un cristalino río; al mismo tiempo se desperezaba voluptuosamente en su cama de hojas y suspiraba profundamente mientras se sacaba los piojos y los trituraba con los dientes.
En las proximidades pacían el cordero junto al león en edénica armonía ―todavía los gatos negros, murciélagos, cabras, chacales, cuervos, sapos, culebras, el chupacabras…, no eran bichos malos―; su oído era deleitado con el hermoso trino de la pájaros del Edén.
Aunque todavía no se había inventado el amor ni el erotismo, sin embargo, su cabeza estaba llena de pensamientos extraños, y unos escalofríos involuntarios le estremecían el cuerpo; su vulva se había hinchado bastante y estaba enrojecida y húmeda, y despedía un excitante hálito que ya empezaba a inquietar al ingenuo de Adán, quien se pasaba el día entero reconociendo los alrededores e inventando sonidos nuevos para identificar cada ser vivo o cosa que veía o que intuía con la razón.
Lo que ella no sabía era que Dios le había dicho a Adán, antes de irse para el cielo, que el estro de Eva, al igual que los otros animales, le iba a indicar el momento preciso de cumplir con la orden de la reproducción; era por ello que Adán estaba cumpliendo la orden de ponerle nombre a todo.
Eva estaba entregada a sus pensamientos y todo era divinamente apacible en el Jardín del Edén; cuando de pronto: ¡zas!, y el demonio que aparece. Pero claro que no fue cualquier pobre diablo el que se materializó, sino Luzbel en persona, Mefistófeles de carne y hueso, ¡sí, señor!, además, con un mundo de diabluras en su cabeza. En verdad, él sólo quería echar un vistazo para ver cuál era la novedad de Dios en este mundillo, solo por mangoneo; ahora que, no fue que tuvimos la mala suerte de que Luzbel se apareciera ahí donde estaba Eva, sino que el muy poderoso Señor de las tinieblas también tiene el poder de la omnipresencia y lo primero que hizo fue clavarle el ojo a Eva, quien muy inocente se estaba revolcando voluptuosamente sobre su lecho de hojas como gata en celo, y estaba teniendo pensamientos impuros. ¡Claro!, al primer golpe de vista enseguida se percató Luzbel de quienes eran los favorecidos de Dios, por lo que de inmediato se le ocurrieron sus diabólicos pensamientos. Por supuesto, nada personal contra Adán y Eva, sino viejas rencillas que saldar con Dios. Entonces, chasqueando los dedos se dijo: «¡Ay papá, ya sé, me tiro a Eva, y me cago en Dios y en su mundillo!» Así fue.
Siendo Luzbel un ángel lleno de belleza deslumbrante, cuando se hizo presente ante la nueva semejanza de Dios quedó horrorizado por la fealdad que Yahvé había puesto a sus nuevas criaturas humanas, no cabía duda de que todo había sido adrede, pues, no guardaban la más mínima semejanza con sus huestes celestiales.
En verdad que Eva estaba muy lejos de la lindeza, puesto que tenía una cabellera enmarañada que le caía hasta las nalgas (con más de treinta días sin peinarse); ya estaba algo gorda por todo lo que se había tragado en el Paraíso; igualmente, era cejuda, color endrino, ojos oblicuos y pies aplanados; tenía las uñas largas y llenas de mugre, mal aliento y olía a cebollas porque ya había desarrollado sobaquina; era torpe y sin gracia en el andar, ya que caminaba semierguida. También hay que decir que tenía el sexo abrupto y almizclero, igualmente, tenía pelos en casi todo el cuerpo; era baja de estatura y no sabía ni cocinar agua, es decir, que tampoco era buena ama de casa. El pobre Adán vivía a régimen de frutas silvestres, miel y los mendrugos de maná que no llovían con regularidad, tal vez por descuido del ángel encargado de proveer las raciones, las que más bien parecían sobras de los opíparos banquetes celestiales, ya que algunos estaban mordisqueados.
Pero bueno, por lo menos hay que decir en favor de ella que todavía no se había inventado el fuego y que vivían bajo el techo del cielo a la buena de Dios.
Por último, hay que decir que para ese entonces a la hembra humana le empezaba la época del celo (al igual que los otros animales), razón por la cual, ella ya empezaba a despedir el olor sexual del celo; esto es, su estro natural. Algo que olía así como una mezcla de huevo podrido revuelto con queso rancio, leche cortada, pescado piche, mierda de gato, orines de caballo, almizcle de zorrillo, mariscos podridos y cebollas maceradas con ajos; y todo coronado con el olor dulzón de lirios, alelíes, azucenas y canela.
Ese aroma que acabamos de describir sería el delicioso y excitante olor sexual de una mujer en celo, olor que según la historia inicial del Paraíso los hombres percibiríamos a kilómetros de distancia, así podríamos saber que una hembra estaba receptiva y nos volveríamos locos de pasión por ella, y andaríamos con las pingas erectas tratando de copular, donde solo los más fuertes lo obtendrían. Pero hoy día, solamente los ricos. Ya sabes, cuestión de interés; o sea, asunto de mujeres.
Al momento de la aparición de Luzbel, Eva se quedó como petrificada; en ese momento creyó que había provocado la ira de Dios por sus pensamientos impúdicos y un escalofrío recorrió todos su cuerpo. Ante sus ojos estaba un ser hermosísimo, era un varón de radiante belleza, espectacular y deseable, ¡hummm! ―Lo primero que había hecho Luzbel era hacerse desear por Eva―. Él tampoco tenía puesta ninguna vestidura; era alto y atlético, de ojos azules y enigmáticos como el mar, y era rubio como el sol; igualmente, se sabía dueño de un poder tan grande como el de Dios mismo y no lo ocultaba. Pero había algo más: exhibía un hermoso miembro erecto entre sus piernas; cuya visión perturbaba a Eva y la tenía embelesada y le hacía explayar los ojos; además, el muy hijo de p…, estaba moviendo las caderas a ritmo de tambores africanos que solo él oía. Mientras, sonreía feliz y dejaba al descubierto la albura de sus dientes luciferinos, cuyos incisivos estaban forrados en oro de infernal esplendor.
Eva, que no era ni tan caída de la mata, enseguida comprendió que semejante ricura no iba con ninguna encomienda de Dios, sino que sus intenciones eran otras… Lo comprendió también porque un extraño escalofrío la recorrió por todo el cuerpo, algo extraño le causaba un desasosiego lujurioso, y una humedad incontrolable le empezó a correr por la entrepierna aumentando el olorcito que venía teniendo; era algo nuevo e indescriptiblemente maravilloso, ¡qué placer, Dios!
Ella sintió el impulso y la necesidad de arrojarse a sus pies, buena, no era precisamente eso lo que quería, sino echarse en sus brazos y que ocurriera lo que Dios quisiera, digo, lo que al diablo le diera la gana. Aunque la verdad era que ella no estaba pensando en Dios, a quien suponía en su reino divino; ni en Lucifer, porque desconocía su existencia; ni en Adán, pues no sabía dónde se hallaba, cosa que tampoco le importaba en lo absoluto, sino que su pensamiento volaba en las alas doradas del deseo y el amor profundo; es decir, amor en carne viva.
Toda su atención seguía centrada en ese ser maravillosamente bello y deseable que estaba ante sus ojos, ¡humm, ñam, ñam!, ¡qué rico mango, papito lindo! Nada parecido al bobalicón de Adán, que era bajo y de hombros caídos, cara peluda, pómulos anchos, nariz gruesa y chata, cejudo y con ojos pequeños y oblicuos; también era bembón y andaba con la boca siempre abierta escurriendo babas; tenía las piernas gruesas, cortas, peludas y era patizambo; y, para colmo de males, ni siquiera se fijaba en ella.
En ese momento pensó Eva que Dios no tenía muy buen gusto para esculpir, porque si esa era su imagen y semejanza, aunque nunca le había visto la cara, era evidente que Dios no tenía espejos en el cielo; pero a lo mejor Dios estaba tan anciano y decrépito para entonces que le fallaba el pulso y por eso no puso mucha gracia a su figurilla de barro. Lo que Eva ignoraba era que Dios los había creado así ex profeso; ya que Él había puesto demasiada belleza a sus Ángeles, Arcángeles, Querubines y Serafines, siendo esa la única causa de rivalidades en el cielo; ahora que, por ser Luzbel al ángel más bello e importante, había sido éste quien inicio la revuelta que lo hizo caer en tentación, arrastrando consigo toda una legión de compatriotas celestiales; es así como la belleza ha venido a ser una de las principales armas del diablo para causar perturbación.
Pero también había algo que le producía una gran inquietud a Eva, y era que Lucifer exhibía su hermoso animal toreado, su unicornio de oro, su falo listo para el combate; cosa que ella evitaba mirar de frente, acaso para no parecer una descarada (lo que instintivamente ha sido transmitido a las mujeres, pues no parecen tener interés en mirar lo que hay en la entrepierna de un hombre desconocido); sin embargo, desde el primer golpe de vista se había percatado de su encabritada postura. Ella se hacía la remolona y parpadeaba, luego bajaba la vista y en ese intervalo miraba eso que le estaba causando un desasosiego incontrolable en todo el cuerpo y la inundación que le bajaba por los muslos provocándole unas ganas inmensas de que él se le echara encima y le hiciera algo que ella estaba segura de que se podía hacer.
Las sensaciones que estaba experimentando la inocente Eva las provocaba de propósito Luzbel, quien se había propuesto cambiar la obra secular de Dios, y para tal fin, nada más apropiado que pervertir a los nuevos seres terrícolas.
Luzbel aún no había pronunciado palabra alguna, nada más mantenía una sonrisa arrobadora que dejaba al descubierto su luciferina dentadura, y Eva no podía escapar al embrujo de tan llamativa expresión de afabilidad y cordial invitación a la amistad y confianza. Él estaba satisfecho por el efecto que causaba en ella, esa era su intención, en consecuencia, no le extrañaba. Sabía que con su poder omniscio podía darle un vuelco al Jardín del Edén, luego hacer de él un nuevo paraíso terrenal diabólicamente divino; es decir, un mundo a su fruición; pues, no entendía ese gusto insípido del Creador de mantener a sus hijos en perpetua alabanza y adoración, y él quería ponerle un poco más de pimienta a la vida, cosa que parecía fácil, ya que Evita estaba dando señales de querer una vida distinta…
Cuando Luzbel se dirigió a Eva, esto fue lo que le dijo: (Lo sabemos porque el flirteo se ha transmitido a través de todas las generaciones, siendo un lenguaje que ellas, a cualquier edad, entienden a la perfección porque está grabado en sus almas femeninas y es su esencia; los hombres llevamos una eternidad tratando de entenderlo y todavía no sabemos por qué las mujeres son así. Al menos hoy sabremos cómo se inició el asunto y, tal vez, el porqué; aunque todo comenzó de la manera más inocente. ¿La coquetería femenina es un don divino legado a las mujeres? ¿Tuvo algo qué ver Luzbel?).
―¡Hola, preciosa! ―dijo Luzbel.
―¡Hola, señor! ―respondió Eva.
―¿Qué hace una mujer tan linda aquí solita?
―Es que no hay nadie que me acompañe.
―Bueno, ¡qué tal si yo te acompaño, Evita!
―¿Y cómo sabe mi nombre?
―Pues… me lo dijo un pajarito.
―No sí, ya le creo. ¿Y usted quién es?
―Soy un ángel de Luz.
―¿Y por qué está aquí?
―Porque vi a una mujer linda muy solita y me dije que quizás querría algo de compañía, digo…
―¿Seguro que vino sólo por eso?
―¡Claro, linda!, ¿por qué otra cosa iba a ser?
―No sé, pero si usted lo dice, así será ―dijo Eva. Despertada su curiosidad femenina quiso saber más, y acuciosa e inquisitiva inquirió: ―¿Y qué quiere de mí?, ¿por qué me mira así?
―¿Tú qué crees maja? ―respondió Luzbel conspicuo, epicúreo y sicalíptico.
Como del dicho al hecho hay poco trecho, quiso Luzbel pasar de las palabras a los hechos; entonces se acercó a Eva y tocó sus carnes, concretamente, colocó su dedo medio en el phallus de ella; esto fue algo así como derramar una gota de roja tinta sobre una fuente de agua cristalina, la cual se expande en un radio rápido e indetenible manchando todo a su paso; lo mismo ocurrió en el cuerpo de ella, ya que una corriente sensitiva se expandió por todo su cuerpo convirtiéndola toda en un mapa erótico. Luego él le abrió sus oídos al idilio, pues le dijo toda suerte de palabras románticas y sensuales que marcaron su corazón y su razón, y quedó para siempre jamás predispuesta al romance; así ha sido transmitido al tenor de los siglos a las féminas. Las emociones y sensaciones que experimentaba Eva eran provocadas adrede por el sibarita Luzbel; las cosas cambiarían para siempre, la obra creadora de Dios no sería la misma nunca jamás.
Sometida la voluntad de Eva bajo el dominio de sus excites carnales fue presa incondicional en su entrega; la cópula coital se producía con desenfreno. El íncubo saturnal se estaba consumando, y Lucifer era uno y era legión. Este acto lúbrico se estaba cometiendo cuando llegó Adán; mayor no pudo ser su sorpresa ante tal liviandad. De inmediato Luzbel indujo a Eva a que se mostrara voluptuosa ante Adán, y ella le mostró su conejo abierto en canal, su corazón partido, su animalito rajado y famélico; entonces Luzbel abrió los ojos de Adán, y éste vio tan apetitosa fruta que para siempre jamás ha podido dejar de desearla.
Para concluir su obra corruptora, Luzbel convirtió a Adán y Eva ―y descendencia― en seres concupiscentes, cuyos placeres serían su propio erebo; igualmente, para que no tuvieren ciclo de celo eliminó el estro de ella y encegueció la nariz de él, esto para que fornicaran cuando les diera la gana. Para garantizarse de que fuera así para siempre, en el vientre de Eva había sembrado el aciago germen, él sería el hacedor de su primigenia descendencia, luego todo se mezclaría y entremezclaría sin fin.
Dios descubrió ipso facto el pecado, pero ya era demasiado tarde. Entonces enfureció, echó a Adán y a Eva del Paraíso, les quitó la gracia divina, convirtió la tierra en un planeta convulsivo y feroz, y los dejó a su merced. Pero como habían sido engañados, les dio una promesa de redención.
Era el año quince después de la creación cuando un lamentable accidente truncó la vida de Abel al atragantarse con una manzana, y, un día después, una serpiente acabó con la vida de Adán. Fue así como la muerte nació a la vida en este mundo, y solo de un día para otro ya había hecho dos muescas en su hasta entonces inmaculado mapa de la muerte.
Caín, el primogénito de Eva, quedó a cargo del nuevo clan humano que estaba compuesto por Eva, que era apenas diez meses mayor que él, de sus doce hermanas y de un escuincle de pecho llamado Seth. Como el único hombre de la familia tuvo hacerse cargo de la situación, y continuar con la propagación de la descendencia humana.
Fue así como lo soñé.


EXCLUSIVAMENTE PARA ELLAS


DOS


“El amor es lo único humano que siente al animal”.

EXCLUSIVAMENTE PARA ELLAS

Al momento de concluir este apartado estaba compartiendo la mesa con una pequeña mujer, mi hija de doce años. Estoy seguro de que ella ya tenía su propia idea formada de lo que iba a tratar el libro: el pene. Ahora bien, todo lo que se diga, mejor dicho, se escriba, será tratado por el rey del sexo, bueno, eso tiene sus matices, porque él es un rey como el del ajedrez, ya que quien tiene el poder ―si por poder entendemos la libertad de movimientos― es la dama, en verdad es ella la que manda. Pero eso no es lo que importa ahora, sino qué nos pueda dejar saber el pene a través de este monólogo.
Creo que no es desacertado que le dediquemos estos Monólogos del Pene a ellas, que al fin de cuentas, un pene también es asunto de mujeres; no solamente por ser un producto para damas, sino porque es un órgano que compartimos.
En consecuencia, no puede haber mejor destinataria que las dulces, hermosas, profundas, insaciables, bellas, voluptuosas, sensuales, seductoras, deliciosas, sagaces, dominadoras, complacientes, sensibles, delicadas, amorosas, y pare usted de contar, mujeres; porque a ellas les podemos dedicar casi todos los adjetivos que se nos puedan venir a la mente; en fin, para todas las hembras del mundo. Para empezar, una dedicatoria muy especial a la mujer más importante que un hombre tiene en su vida, ésa que solo nos puede sentir al salir; el caso de Edipo es detestable, ¿verdad? Y da igual así sea nada más que un complejo.
Cuando era niño escuchaba un cuento que era como una versión distorsionada del Complejo de Edipo. Contaban que un hombre muy desconfiado de la fidelidad femenina decía que no había mujer fiel en la tierra, que por ambición eran capaces de todo; dudaba de la probidad hasta de su propia madre, cosa que quiso demostrar a todos; entonces partió un día de su hogar; es decir, se hizo trotamundos. En sus correrías participó en guerras y muchas otras tropelías mundanas logrando amasar una gran fortuna. Después de veinte años regresó al que fuera su hogar y se encontró con la noticia de que su padre había muerto, además, que su familia estaba en la ruina. Su madre, que siempre había disfrutado de la buena vida aún se conservaba joven y bella. Entonces él enamoró a su propia madre logrando vencer sus negativas sin mucho esfuerzo. Cuando estaba a punto de consumar su teoría, dijo: «Voy a ver si puedo entrar por donde salí un día». Fue en ese momento que su madre comprendió que estaba a punto de entregarse a su propio hijo.
Dejando de lado ese cuento de mal gusto, quiero dedicar este poema a todas las madres del mundo, hoy también es el día de mamá, al igual que todos los días de la vida.



CUANDO EN TUVIENTRE MORABA

Quisiera dormirme en tus entrañas,
en la alberca tibia de tu vientre,
ser parte íntima de tu cuerpo y
beber la sabia de tu amor en gestación.
Y retozar con sublime alegría
haciendo piruetas de trapecista
con el cordón que me sostiene
por el medio de mi frágil anatomía.
Y jugar mis diversiones preferidas:
con tu vejiga, al fútbol solitario,
y al box con el carrete articulado
de tus costillas desprevenidas.
Sé que haré muchos cambios en tu figura
y que no te verás hermosa y deseable;
pero pido poco, solo paciencia y ternura,
te prometo que cuando todo esto acabe,
llenaré tu vida de dulzura.
Solo quiero antes de que el tiempo fenezca,
seguir inmerso en tus aguas florales,
y al mismo tiempo que tu vientre crezca
compartir tus pensamientos y ansiedades;
ser la risa alegre en tus noches taciturnas;
por mí, sin culpa, la ignota criatura.
Que tú como Dios, en tu vientre demiurgo,
diseñas y trazas con la roja arcilla
de tu vernácula sangre nutritiva
al hijo de tus entrañas que darás a luz al mundo.
Dentro, la vida es fácil;
fuera, la vida es dura;
lo primero que hacen
es cortar el hilo de la atadura.
Al nacer algo acaba, todo empieza.
La vida que sigue nos recibe con rudeza,
pues nada más asomar la cabeza
alguien corta el hilo de vida y hace ligaduras,
y como el que sale al mundo llega a oscuras
no pude verle la carnicera mirada
al desalmado que le da la nalgada.
¡Ni te creas que eso es todo, camarada!
Te sigue un baño de agua helada.
Pero en verdad que yo no sabía
que entrar a la vida es cosa tan extraordinaria.
¡No es algo fácil salir de la nada!
Empezando por dos que quieran compartir sus ansias,
el tiempo oportuno y las semillas filigranas;
sigue la colosal batalla por la genitiva semilla X;
donde competidores por millar en veloz carrera
van como renacuajos viajando en tinieblas
por viscoso canal en nado sin tregua,
quien llegue y entre primero: ¡la vida se lleva!
Sí, era tu cuerpo el paraíso,
mas Dios así lo quiso,
que en la brevedad de nueve meses terminara
la magnífica obra que con un beso se iniciara.
¡Ah felicidad sublime, madre,
cuando en tu vientre moraba!
¡Había tintes de rosa por doquier miraba!
¡Ah!, pero antes de que pase al siguiente tema, si usted fuera jurado en un concurso de poesía y tuviera que calificar del uno al diez, dígame, ¿cuál sería su puntuación para el poema que acaba de leer? Este es tu sitio de participación. Blogger: adiel cañizares.blog.com


viernes, 4 de mayo de 2012

¿QUIÉN MANDA?


TRES


“El odio también sirve para que en el nombre del amor los cónyuges duerman juntos”.


¿QUIÉN MANDA?
                                                        
La humanidad no tiene memoria exacta desde cuando el matriarcado perdió su hegemonía y ellas dizque fueron sometidas bajo la fuerza bruta; es decir, a partir de qué momento se invirtieron los papeles y ellos tomaron el control. Algunos creen que pudo ser desde que nos volvimos sedentarios; esto es, desde que dejamos la recolección y nos sometimos al ciclo de las siembras y a la cría doméstica. Pero ¿se produjo realmente el cambio de poder? El ejercicio del dominio sobre el grupo social pudo haber sido cedido a conveniencia, o solo en apariencia; es decir, ellas aceptaron someterse a cambio de protección y suministro alimenticio para sí y su descendencia; sin embargo, quizás siguieron dominando desde la casa, sobre todo porque ellas desarrollaron el lenguaje e impartían las órdenes.
Ahora que, desde el punto de vista sexual, ¿qué consecuencias tuvo ese cambio de dominio? Aunque, ¿verdaderamente ha habido algún cambio en el control del poder sexual? ¿Es que no han dispuesto ellas siempre del embrujo de sus encantos y de sus añagazas femeninas? ¿Será que hay una víctima real y efectiva en la interacción sexual humana? Durante buen tiempo ellas lo han asumido así. Pues bien, una vez que alguien plantea una queja sobre algún maltrato se erige en víctima, en consecuencia, solo nos queda encontrar al culpable.
A continuación veremos los cargos que se le imputan al pene. Van desde quejas simples hasta imputaciones muy graves. Las listas de los cargos no son taxativas, sino meramente enunciativas; es decir, que las imputaciones pueden variar; más si son elaboradas por un hombre.
En esta sección yo asumo la defensa en nombre de ellos, en consecuencia, les corresponde a ellas asumir la función acusadora. Y como dije antes, la lista de cargos lesivos puede variar porque aún no les he dado la oportunidad a ellas de participar en el acto acusatorio. Pues bien, mujeres, preparen sus argumentos, dejen oír sus voces, aprovechen para desahogarse.
Si este libre llegase a tener alguna virtud consistirá, precisamente, en que lo culminaremos entre todos, en tal sentido, ruego a las mujeres que lo lean que nos dejen saber todo lo que piensan del pene masculino.
Por otra parte, dejo en claro de una vez por todas que las sugerencias están escritas bajo una traza poética; sin embargo, detrás de cada propuesta hay un verdadero sentido o intención que los lectores sabrán advertir. Así también, y como este libre se escribe a sin fin manos, vale decir: con la opinión de todos los lectores, se admite toda clase de propuesta hecha con tal carácter.
Bien, veamos los cargos. Acusado, póngase parado, digo, de pie. Se oyen los cargos:


CAUSAS LEVES

Ser externos
Vergonzosos
Feos
Pendientes
Despertar en público
Tener hambre a destiempo
Perder el hambre mientras come
Flojedad
Muy deprisa
Perder el tiempo
Salir en público
Andar sin ropa
Comer de madrugada
Pagarse su alimento
Salir de cacería
Comerse la luz roja
Quererlas a todas por igual
No perder el tiempo en pormenores
Saltarse el preludio
Comer carne en cuaresma
Penetrar en carne viva
Vomitar mientras lo bañan para la cena
Derretirse con el primer beso
Falto de firmeza
Estar tibio en momentos de calor
Ser pequeño
Entregarse por entero
Ser un regalado, ofrecido, dadivoso…
Querer estar siempre adentro
Aceptar cualquier invitación a pasear
Decir siempre sí
No esperar en la puerta
Irse de cabeza

CAUSAS GRAVES

Golpear duro cuando se lo piden
Andar buscando piedras sueltas
Arrancar suspiros al alma
Buscar gemidos a cualquier precio
Bucear tras las perlas negras
Meterse hasta el cuello
Entrar y salir a toda prisa
Hacer hasta lo inimaginable para que te vengas
Amar con todo el cuerpo
Elevar suspiros al cielo
Buscar el llanto de las entrañas
Caminar con firmeza en terreno resbaladizo
Bucear sin casco de protección
Acabar con la fiesta apenas empieza
Escapar de casa y ser leño de otra hoguera
Visitar casas de citas
Querer comer a medianoche
Aceptar damas de compañía
Quemar toda la pólvora en un solo tiro
Dejar a alguien con hambre
No esperar el tiempo necesario
Evitar el para siempre
Comer y volar
Amanecer en nido de otro
Dejarla como la pomarrosa: con la semilla suelta
Hablar poco mientras comes
No decir, te amo, sin fin veces
Olvidar que eres flor que vino del cielo
Excederse en maromas de trapecista
No apagar el incendio que has causado
Prender la hoguera para que otro ase su salchicha
Mentir para que te den
No ser rico ni famoso
No perdonar lo que tú mismo haces
Vaciar la carga en la puerta
Salirse
No comulgar con la palabra orgasmo
Olvidar que la piel toda es un mar de erotismo
No decir palabras dulces
Olvidar la ternura al acabar
Olvidar que una palabra a tiempo es más valiosa que el oro
Entrar y salir sin amor
No llegar al mismo tiempo
Olvidar una cita
Dar golpes duros a una flor encendida
Despreciar el aroma del nardo enardecido
No beber la miel que hiciste para mí
No ver esa mirada que dice mucho
Equivocar las insinuaciones
No hacerla sentir la más importante
Dejarla con ganas
No encontrar el punto G


CAUSAS GRAVÍSMAS

Entrar a la fuerza
Comerse la manzana tierna
Comer la fruta que tú mismo has cultivado
Entrar a cualquier lugar sin protección y llevar peste a tu casa
Estar contaminado
Ser alcahuete en la venta de placeres
Comprar amores tardíos
Dejar un corazón partío
No cumplir promesas
Duplicar, triplicar, cuadruplicar edades
Aflojar resistencias con dinero
Comer fuera de casa
Utilizar la otra vía sin lubricar
Sembrar incestos
Ser invertido
Desear tu propia imagen
Complacerte a solas teniendo compañera
Sentir lo mismo, pero con cosas
Compartir con tu mejor amigo, lo suyo
Complacerte en el dolor ajeno
Construirte un harén
Exhibirte en público
Preferir golpes por sexo
Amarte a ti mismo más que a nadie
Dejar una novia vestida
Comer carne inerte
Matar para comer
Romper y dañar lo que más deseas
Complacerte en otra especie
Querer entrar por donde has salido


EL ABOGADO DEL DIABLO

Bien, ya hemos escuchado los cargos. Se ha colocado al pene en el banquillo de los acusados y oímos de qué se le acusa; toca ahora hacer el trabajo de la defensa. Por la cantidad de cargos casi que tendríamos que admitir su culpabilidad; pero nadie es culpable hasta tanto no se pruebe su culpabilidad; es decir, que se presume inocente hasta prueba en contrario. Pero ¿quién quiere defender a un indiciado con tamaña lista de cargos? Sin embargo, alguien debe hacer el trabajo. En alguna parte tiene que estar el abogado del diablo. Presente. Defenderé al indefendible, al más odiado y amado, al presunto culpable. Ustedes harán de juez, acusador y jurado a la vez, por lo que, la terea de convencerles será ardua.
Para empezar, quiero esgrimir en una sola frase todos los argumentos de la defensa, y consiste en que: “El pene es bueno”. Fundamentado en esto debo decir: ¡Qué “bueno” es! Sí, señoras, ¡buenísimo! Sin ironías ni sarcasmos, pero nadie es tan bueno como el pene. Algunas veces se oye decir que es de pinga. Otras veces su magnanimidad solo se puede expresar con ¡oh!, ¡ah!
Ahora bien, algo tan bueno no puede ser malo, ¿verdad? Si logramos ponernos de acuerdo en que el pene es bueno ya no tendremos argumentos que desvirtuar, ya no vemos esa supuesta incubada maldad; no hay inquina en algo bueno, lo bueno nada más puede ser bueno. Ya se dijo antes que esta defensa se iba a basar en un solo argumento, convencerlas de que el pene no es malo, sino todo lo contrario: es bueno. Para este propósito tengo que ser un auténtico abogado del diablo, y hablando de diablo, hay quienes se conduelen de él y creen que es digno de lástima: “Pobre diablo que perdió la gracia de Dios”, dicen.
Bien, podemos decir esto del diablo; pero nadie quiere tomar en sus manos la defensa del inocente, dulce y bueno del pene. Tal vez sea oportuno preguntarnos, ¿por qué el pene se ha hecho merecedor de tanto descrédito y odio-amor? ¿Quiénes se han encargado de hacerle tales señalamientos? Por principio, como abogado, siempre he creído en la inocencia del indiciado; aunque los cargos parezcan abrumadoramente infalibles. He elegido su defensa a conciencia, creo que merecía ser su abogado; lo digo porque lo conozco a la perfección, sé qué siente y cómo siente; conozco sus gustos y debilidades; sé qué lo alegra y qué lo entristece. También reconozco que no es bueno estar tan involucrado con el cliente; pero en fin, solo soy su abogado, no soy quien lo va a juzgar; por tal, no peco de parcial.
Igualmente, debo decir que mi defensa será férrea, me lo juego todo, la buena defensa de mi defendido será crucial para su vida futura. Ahora sí, manos a la obra. Ya dije que es bueno, no lo diré más; pero les pido que lo tengan siempre presente, será fundamental al momento de decidir, por ninguna razón vayan a dejar de valorar tan magnífica cualidad. He querido insistir en esto porque nada es tan terrible para un enjuiciado como el hecho de tener fama de malo. Todos detestamos la maldad, cualidad que únicamente atribuimos a Lucifer. Aunque, Shakespeare, dijo: «Nada es bueno ni malo, lo que pensamos es lo que hace que algo sea bueno o malo». También ha dicho el papa Juan Pablo II: «Lo que es bueno no es malo»; claro, en otro sentido.
Bien, digamos que el pene no es una blanca paloma. Pero tal vez nos equivocamos en la concepción o apreciación de los conceptos “blanca y paloma”; donde blanca no es sinónimo de inmaculada, y donde paloma no es sinónimo de mansedumbre, porque ningún animal es más sanguinario y rencoroso cuando pelea, pues, no deja a su adversario hasta convertirlo en plumas y pellejo ensangrentados, y todavía le sigue dándole picotazos para cerciorarse de que está bien muerto(a).
Ahora vayamos al análisis de los cargos, no se le puede juzgar por ser externo y, para algunos, feos. No será que no se le ha visto con buenos ojos, la belleza es muy subjetiva, es una sutil expresión estética que necesita ser vista con buenos ojos; es decir, con ojos de experto. Sí, ya sé lo que están pensando ellas. Bien, lo aceptamos, su forma no es la de un corazón partido rebosante de amor, tampoco tiene la forma y belleza de la orquídea con ese rubor en sus labios que invita a la caricia, ni ese aroma que embriaga, ni ese pistilo apenas asomado que nos dice que ese pequeño botoncito manda más energía que dinamo de avión, ni esa pequeña gruta que nos invita a seguir el camino que lleva al cielo; pero si tiene la fortaleza del tallo donde crece la rosa.
Es muy probable que por estar todo el tiempo expuestos a la vista de todos sea por lo que se ha dejado de apreciar su belleza, así como su clara inocencia e indefensión mientras duerme sobre sus dos tiernas gemelas; o la clara fuerza de triunfo cuando está despierto y listo para el combate. Quiero pedirles que cierren los ojos por un momento y lo visualicen: primero, en la fragilidad de su inocencia mientras duerme; luego, en la hermosura de su figura erguida cuando está listo para entregarse de cuerpo entero. ¿Verdad que es lindo? Ahora mírenlo como una pequeña, frágil e inocente criatura que llora de hambre. Definitivamente, no hay nada malo en él. Había prometido no repetir que era bueno. Pero convengan conmigo, ¿verdad que es bueno? Lo digo en el más sutil y placentero sentido de la palabra.
Sí, algunas veces la riega y acaba con la fiesta apenas empieza; otras, se duerme mientras come; o no consigue las piedras sueltas porque hay que martillar tan duro y tan deprisa que pierde todas sus fuerzas. Pero se han detenido a pensar por qué le ocurren tales cosas; creo que es oportuno decirlo ahora, pues bien, a veces las ansias lo traicionan; otras, porque ha pasado períodos depresivos o de angustia, exceso de trabajo, prolongadas hambrunas… ¿Qué creen que puede sentir después de haber sido despedido del trabajo; quedar arruinado en la bolsa; tener abrumadoras deudas; que le hayan robado el auto; ser presa de angustias, depresiones, saberse cornudo o sentirse un pobre diablo? Impotencia. Disfunción eréctil.
¿Qué creen que puede pasar después de meses sin probar bocado? ¿Qué creen que puede ocurrir si es la primera vez que se va a subir al tren del amor? ¿Qué piensan que ocurre si de pronto obtiene el premio por el que tanto ha suspirado? Viaje rápido. Vergüenza. Eyaculación precoz.
También ocurre a veces que almizcles muy rancios, o túneles demasiado anchos, o comidas muy repetidas, o demasiada manteca alrededor o un pozo muy encharcado le quiten las ansias, entonces no se levanta el espíritu. No lo culpen por eso.
A veces su ansia es la de ver esa flor bien exhibidas, una palabra que levante el ánimo, el vuelo frágil de unas manos buceadoras y la seguridad de ser el único para que no falle la pólvora. Él necesita de ti para hacer bien su trabajo.
La defensa reconoce que no es lícito forzar las puertas, gozarse en el dolor ajeno, contaminar la fuente limpia, comerse una fruta demasiado verde o la que uno mismo ha cultivado, atizar con su leño el fuego de otra hoguera, comerse la comida ajena, hacer de animal, invertir los cables; y, por último, lo más grave y censurable, matar por hambre y comerse una fruta que ha sido arrancada de la vida.
En tal sentido, la defensa admite que se condene cuando se haya violado una cerradura, aunque sea difícil vivir con hambre cuando se ve tanta carne exhibida; ni que se golpee o se hiera, a pesar de ser ordenado o sugerido; ni que se propaguen las sales contaminantes, cuando sea hecho a conciencia; ni que se cojan las manzanas antes de tiempo, aun con todo lo urgido que se pueda estar; o que se coma lo que se ha cosechado en casa. Sentencia condenatoria para el que caza, nada lo justifica; la flor que se arranca y se macera con los pies pierde toda su belleza; por último, no comprendo a los carroñeros, no son excusables los necrófilos.
Pero pido que se redima al que busca fuera lo que se le niega en casa; pero si la presa es ajena, mala suerte para el que no ha sabido cuidar lo suyo y alguien lo consigue. Igual para el que se complace consigo mismo o cambia los gustos; pido respeto por las preferencias ajenas.
Para concluir, quiero decir que no ha existido jamás nadie tan incomprendido y vituperado como el pene. A él ha sido fácil endilgarle toda clase de improperios, siempre ha sido fácil culpar al falo de todas las debilidades y bajezas imaginables. Hoy se le juzga y, quizás, se le condene. Pero he de decir en su favor que siempre ha trabajado por amor; ha sido convexo cada vez que ha habido un cóncavo que lo admita. Su entrega ha sido siempre de cuerpo entero, ha dado todo sin que le quede nada por dentro, hasta la última gota.
Quienes más lo desprecian siempre han sido sus amas, dueñas y señoras; es un producto hecho especialmente para ellas, hecho a la medida de su más profunda satisfacción; en definitiva, objeto de su complacencia y felicidad. Pero bueno, qué se le va a hacer, no es fácil encontrar gente agradecida.
No obstante, ¡arriba esos ánimos! Señores, mantengan sus cabezas en alto, anden con sus cuerpos bien erguidos, ¡levantados siempre! Permanezcan despiertos, vamos, a pararse. Es hora de trabajar. Hay que dar golpes duros, como verdaderos machos. Duro, duro; solo así los prefieren.
Bien, miembros del jurado, ¡decidan! Este es tu sitio de participación. Blogger: adiel cañizares.blog.com