DIEZ
“A veces, una cosa ves, y otra es”. Refrán.
SEXO FUERTE
La verdad sea
dicha y aceptada sin pudor, somos verdaderos títeres en orden al poder y la
fuerza sexual. Nos parecemos a un reinado meramente decorativo, donde el
verdadero poder lo detenta otro. Es en esto donde definitivamente nos parecemos
a un juego de ajedrez, somos el rey; pero un rey maniatado en sus movimientos;
en verdad, toda la libertad de movimiento lo detenta la dama, que como el ave
fénix, cae y resucita; mientras que el rey cae y listo, se acabó.
Dependemos de
una buena carga de testosterona, un excelente torrente sanguíneo, tranquilidad
emocional, condición física adecuada y esa oportunidad precisa y necesaria.
Es cierto que
durante muchos años hemos tratado de suplir o disimular esa inferioridad y
dependencia haciendo uso de la fuerza física, el dominio a lo bruto,
sometimiento a la fuerza. Eso ha aplacado nuestros miedos, ha sido una engañifa
necesaria para disimular o esconder nuestra inferioridad. Pero lo hemos tenido
que pagar con creces, pues, siempre nos ha asaltado el temor de que en un
momento determinado se nos exija demostrar dónde está el verdadero poder. Ellas
siempre han estado conscientes de ello, solo que nos han dejado alardear; sin
embargo, como siempre han tenido ese conocimiento recóndito, ha sido inevitable
que no hayan movido los hilos a su favor. La humillación de ver el alarde del
poder hurtado, el uso continuado de la fuerza bruta, esa violencia soportada
con estoicismo durante siglos, siempre ha sido sutilmente vengada; o en todo
caso, soportada por el beneficio de la protección que siempre ha brindado el
macho fuerte.
Ahora bien, como
siempre han conocido la debilidad del verdugo y, en consecuencia, conscientes
del poder verdadero, ellas no han dudado en consumar su dulce venganza. Para
ello no ha sido menester disponer de gran inteligencia, ya que, hasta la mujer
más inocua siempre ha sabido usar bien sus armas, y en esto han demostrado una
inteligencia superior a la del hombre. Y, ¿qué es lo que ha tenido que hacer?
Simple. Usar su cuerpo, y ni siquiera es necesario disponer de belleza alguna.
Es aquí donde la mujer más simple es capaz de dominar y ser superior al hombre
más culto y sensible. Sí, podemos aceptar que la belleza sea el arma principal
de seducción femenina; pero para la ceguera erótica del hombre no es
exclusivamente necesaria. Nuestra burda utilización de los sentidos nos vuelve
presa fácil de la más simple argucia de seducción de la mujer; si bien nuestro
erotismo depende en buena medida de la vista, sin embargo, no dejamos de ser
miopes ante la más simple argucia de añagazas de las féminas.
Ahora que, en el
terreno netamente sexual, al momento de la prueba máxima de dominio, siempre
llevamos las de perder. Todo se reduce a mero alarde, puro cacareo; nos
parecemos al pavo envalentonado que al menor enfrentamiento amaina la cola.
¿Será que fuimos hechos nada más que para cumplir la función reproductora?
¿Somos tan básicos? Mientras que las féminas están capacitadas para la
reproducción y el placer; por eso es que ellas pueden apreciar toda una gama de
sensaciones y emociones ricas en placer, puesto que pueden percibir todo un
mundo de sabores, fragancias, sonidos, sensaciones y palabras. Ellas van al
acto amoroso con todos los sentidos alertas, conscientes de lo que hacen, es
por eso que saben valorar y valorarse.
Nosotros nos
vamos de bruces, escasamente vemos el objeto erótico, esto es, el cuerpo. No
obstante, se nos embotan los sentidos y se nos nubla la mente. Hablamos de
cazar al tigre; pero al momento de la cacería lo queremos atrapar con las manos
limpias, luego, por lógica, terminamos en sus fauces. Somos solo indefensos
pajaritos a merced de la habilidad del gato, nuestra defensa no es otra más que
la de comer y estar atentos para volar.
También tenemos
una emotividad de cristal. Si una mujer quiere desbaratar la demostración de
alarde de un hombre, le basta con una mirada de burla o de conmiseración del pene,
o un gesto de menosprecio. De otro lado, puede ser que le exija más, que le
rete a demostrar su virilidad, o que simplemente lo atosigue de ofrecimiento.
Tenemos grandes
carencias, no solo en capacidad emotiva y sensorial donde Eros nos dejó de
lado, sino también físicas. No tenemos erecciones prolongadas y repetitivas, ni
eyaculaciones múltiples. El harén no es más que un infantil sueño erótico para
disponer de variedad y no para demostrar virilidad. Ya resulta harto difícil
mantener contenta a una sola, qué tal un gran número. Mientras que, sin ser
ninfómana, una mujer puede despachar a uno tras otro cuando así lo quiera, y
todos contentos; o simplemente para humillar a un hombre nada más tiene que
pedirle o decirle que quiere más, y más, y otra vez más, y ya, él no tendrá
ninguna otra opción más que rendirse y aceptarlo, no puede.
Ya es hora de
que lo aceptemos sin pudor ni vergüenza, el sexo fuerte es cosa de hembras.
Usted,
amiga y amigo lector, ¿qué opina? No lo olvide, deje ver su veta de escritor, aquí
se puede expresar: Blogger: adiel
cañizares.blog.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario