CUANDO EN TUVIENTRE MORABA
Quisiera
dormirme en tus entrañas,
en la
alberca tibia de tu vientre,
ser
parte íntima de tu cuerpo y
beber
la sabia de tu amor en gestación.
Y
retozar con sublime alegría
haciendo
piruetas de trapecista
con el
cordón que me sostiene
por el
medio de mi frágil anatomía.
Y jugar
mis diversiones preferidas:
con tu
vejiga, al fútbol solitario,
y al
box con el carrete articulado
de tus
costillas desprevenidas.
Sé que
haré muchos cambios en tu figura
y que
no te verás hermosa y deseable;
pero
pido poco, solo paciencia y ternura,
te
prometo que cuando todo esto acabe,
llenaré
tu vida de dulzura.
Solo
quiero antes de que el tiempo fenezca,
seguir
inmerso en tus aguas florales,
y al
mismo tiempo que tu vientre crezca
compartir
tus pensamientos y ansiedades;
ser la
risa alegre en tus noches taciturnas;
por mí,
sin culpa, la ignota criatura.
Que tú
como Dios, en tu vientre demiurgo,
diseñas
y trazas con la roja arcilla
de tu
vernácula sangre nutritiva
al hijo
de tus entrañas que darás a luz al mundo.
Dentro,
la vida es fácil;
fuera,
la vida es dura;
lo
primero que hacen
es
cortar el hilo de la atadura.
Al
nacer algo acaba, todo empieza.
La vida
que sigue nos recibe con rudeza,
pues
nada más asomar la cabeza
alguien
corta el hilo de vida y hace ligaduras,
y como
el que sale al mundo llega a oscuras
no pude
verle la carnicera mirada
al
desalmado que le da la nalgada.
¡Ni te
creas que eso es todo, camarada!
Te
sigue un baño de agua helada.
Pero en
verdad que yo no sabía
que
entrar a la vida es cosa tan extraordinaria.
¡No es
algo fácil salir de la nada!
Empezando
por dos que quieran compartir sus ansias,
el
tiempo oportuno y las semillas filigranas;
sigue
la colosal batalla por la genitiva semilla X;
donde
competidores por millar en veloz carrera
van
como renacuajos viajando en tinieblas
por
viscoso canal en nado sin tregua,
quien
llegue y entre primero: ¡la vida se lleva!
Sí, era
tu cuerpo el paraíso,
mas
Dios así lo quiso,
que en
la brevedad de nueve meses terminara
la
magnífica obra que con un beso se iniciara.
¡Ah
felicidad sublime, madre,
cuando
en tu vientre moraba!
¡Había
tintes de rosa por doquier miraba!
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